Una de las formas de gobierno más representativo y justo que existe, se señala, que es la democracia. El término democracia, apareció en Atenas (Grecia) en el Siglo V a.c. y sus orígenes están en los vocablos demos, que puede traducirse como pueblo, y krátos, como poder o gobierno. Aristóteles anotó: “La democracia surgió del pensamiento de que si los hombres son iguales en algún respecto, lo son en todos”. Lincoln, señaló: ”La democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo “. Ha pasado el tiempo y la democracia se ha ido acentuando en la vida de los pueblos y de todas las sociedades del mundo. Esto lo encontramos desde el Renacimiento, el Humanismo y todas las sociedades modernas. En Europa, particularmente, como consecuencia de la Revolución Francesa que fue, nada menos, que el triunfo de la burguesía, llegando al poder como clase social e instaurando principios sociales, políticos y éticos básicos como la igualdad, la fraternidad, la libertad, los derechos, los deberes, la democracia, la participación del pueblo en los diferentes órganos de gobierno de una sociedad. Esto logró plasmarse mejor con la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano y de otras normas y leyes que se fueron implementando en cada una de las sociedades del mundo.
Sin embargo, la democracia como sistema de gobierno, no ha permitido que el ciudadano logre conseguir igualdad de derechos y oportunidades en todos los campos del quehacer humano. Esto, indudablemente, por reflejar esta democracia el carácter de clase que tiene. En una sociedad capitalista, la democracia que impera es la democracia burguesa, en consecuencia, es una democracia de los ricos y no más bien de los pobres, por consiguiente, la burguesía logra defender los intereses de su clase que está en el poder. Por ello Clemenceau, decía: “la democracia es, con palabras distintas, siempre el dominio de los más fuertes”.
Una forma de participación dentro de la democracia, es el derecho al voto, que tienen los individuos y los pueblos en los diferentes procesos electorales. Sin embargo, esto no ha permitido que los ciudadanos consigan mejores niveles de equidad y de justicia, y en consecuencia, sepan también, elegir a sus mejores representantes.
Dentro de las muchas preocupaciones que se tiene, algunas son por ejemplo, porqué los ciudadanos en lugar de elegir a candidatos que representen a su extracción de clase y defiendan sus intereses, eligen por el contrario, a quienes van a proteger los intereses de los ricos o de los grupos de poder económico y político de una localidad, región o país. En este contexto, el hecho histórico más grave y doloroso es que los pobres voten por los ricos y la derecha política; por sus opresores y “representantes” ocasionales y siempre oportunistas; por quienes en todas las elecciones se han beneficiado con su voto y una vez en el gobierno los siguen manteniendo como ciudadanos invisibles, sin derecho al uso de la palabra y a la dignidad humana.
Para plantear sus propósitos y persuadir (a la buena o a la mala) a la gente, cuentan con los diversos mecanismos y recursos de manipulación social e ideológica, entre ellos los medios de difusión (televisión, radio, prensa, etc.) encargados de desinformar, mentir, amenazar, crear zozobra y miedo, augurar el apocalipsis y, a la vez, generar ilusiones y prometer el cielo.
La situación real del llamado “ciudadano de a pie” tendría que hacerlo reflexionar y preguntarse ¿Por qué los pobres no votan por los pobres, por quienes representan sus intereses y la defensa de sus derechos? ¿Por qué siempre tienen que votar por quienes han acumulado y siguen acumulando capital gracias al trabajo, el sacrificio y la miseria de los pobres? ¿Qué mecanismos sutiles o groseros son puestos en marcha para lograr que los obreros, los campesinos, los empleados, los jóvenes, los desocupados, los jubilados, los maestros y los intelectuales, no voten por quienes sí los representan políticamente? ¿Hasta cuándo los pobres y las personas empobrecidas seguirán votando por los ricos y la derecha? ¿Por qué los ciudadanos que pertenecían a la clase media y que ahora sobreviven en una dolorosa estrechez económica votan por quienes los han llevado a esa situación? ¿Por qué tiene que joderse cada vez más el país y, con él, las grandes masas poblacionales, las nuevas generaciones y nuestras mejores tradiciones nacionales?
Sucede que muchos pobres no saben ni tienen conciencia acerca del voto que regalan para ser más pobres y explotados. El proceso de alienación y manipulación generado desde el poder, la dominación y la opresión es tan profundo que no perciben la dimensión del daño que se hacen así mismos. Les dicen y repiten tanto que con su voto defienden la “democracia”, la “libertad irrestricta”, el “libre mercado”, el “derecho a la propiedad”, que “no hay que ahuyentar las inversiones”, “hay que respetar los contratos suscritos” y “hay que continuar el crecimiento hasta ahora alcanzado”, y que si votan por la derecha serán quienes de alguna manera gobiernen, que terminan por creer esas patrañas. De modo que hay pobres que defienden lo que no les pertenece, el poder que nunca han tenido ni tendrán; y sueñan con la quimera prometida de “un país más justo” donde ocurrirán reformas para “beneficiarlos” y “sacarlos de la pobreza”. Una vez que la derecha logra sus propósitos, no sólo siguen siendo los olvidados de siempre, sino que además si protestan se judicializan sus acciones y se establecen leyes para eliminarlos a mansalva en nombre de la “paz social”.
Otra pregunta más grave aún es ¿Por qué también la clase media y, en especial, sus sectores más empobrecidos se orientan ciegamente a votar por los ricos, la oligarquía, la cleptocracia y la derecha? ¿Qué mecanismos subliminales de dependencia han desarrollado? ¿Por qué defienden a gobiernos que han cometido crímenes contra trabajadores del campo y la ciudad, dirigentes sindicales, maestros y estudiantes? ¿Por qué toman partido por una dictadura corrupta y asesina que nunca respetó sus derechos? ¿Cómo es posible que, por ejemplo, un taxista, un vendedor ambulante o un trabajador eventual voten por quienes nunca cambiarán su situación social ni cubrirán las carencias que sufren?.
El no saber elegir correctamente a nuestros mejores representantes, a través del voto, para que éstos defiendan nuestros propios intereses como pobres, no es solamente propio de los analfabetos, sino también de aquellos que sabiendo leer y escribir, pero por carecer de formación ideológica, política y de un nivel de conciencia de clase, no saben elegir de manera acertada y correcta.
Sobre el particular, Unamuno decía que el neo-analfabetismo cultural también se manifiesta entre las personas que saben leer y escribir. Más aún, entre algunos académicos y a veces entre quienes ostentan títulos con marcos de madera fina. Así, hay personas que saben leer y escribir, pero que no tienen cultura política. Hay también quiénes poseyendo una evidente formación profesional, son lamentablemente analfabetos políticos y culturales. Si se tiene en cuenta esto y si se suma a los pobres que votan por los ricos y la derecha, bien se puede decir que se trata de un conglomerado considerable que a la hora de las elecciones sin duda determina el peso de los platillos de la balanza. A esta realidad que no ha cambiado y que, al parecer, tampoco variará por lo menos a plazo medio, Polibio la denominó oclocracia. En otras palabras, los analfabetos que no saben leer ni escribir, así como los neo-analfabetos políticos y culturales que sí saben leer y escribir, son la gran mayoría que determina el sentido de las elecciones.
Más allá de estas marcadas “conductas ciudadanas”, habría que adicionar una permanente campaña de desideologización y su correlato de despolitización imperante, campaña implementada desde el poder para aplanar conciencias y asegurar la sumisión ciudadana ante todas las tropelías perpetradas contra los pobres y los empobrecidos, negando los derechos humanos de primera (políticos y civiles), segunda (socio-laborales), tercera (socio-ambientales) y cuarta generación (participativos). La plutocracia dominante y sus representantes políticos pretenden tender un manto de olvido sobre todos estos derechos fundamentales para mantener a las grandes masas del pueblo en una situación ajena a la real marcha de la historia.
Para evitar seguir cometiendo errores y continuar eligiendo a “malos” o “pésimos” representantes que traicionen los intereses del pueblo y defiendan, por el contrario, los intereses de los ricos, de los grupos de poder, de las clases dominantes, del capitalismo y del imperialismo salvajes, se debe por un lado fortalecer los partidos políticos que contengan una línea ideológica, política, filosófica y organizativa, con una doctrina y un programa que exprese sus propósitos a corto, mediano y largo alcance.
A nivel de la escuela, se debe educar cívica y políticamente, tratando de formar alumnos críticos, reflexivos, pensantes, responsables, que cumplan con sus deberes, pero al mismo tiempo que sepan defender sus derechos. Estudiantes que eleven su nivel de conciencia de clase y que sean capaces de leer e interpretar su realidad, para luego transformarla en beneficio de toda la sociedad.
Si logramos mínimamente estas cosas, estaremos consiguiendo que en un futuro no muy lejano, nuestro país no continúe siendo gobernado por tanto outsider, políticos “independientes”, “improvisados”, “aventureros”, que tanto daño han causado a nuestro país, en los últimos años, fundamentalmente, a partir del año 1989 y hasta nuestros días.
Para finalizar este pequeño artículo, un par de referencias para graficar lo que significaron estos outsider en nuestro país, en los últimos treinta años; el trabajo político y ético que realizaron, las autoridades y gobernantes que logramos elegir, etc. Todo ello, pensando indudablemente, en sacar las mejores lecciones de lo vivido durante todos estos años, reforzar nuestra memoria colectiva y evitar que esta parte negativa y negra de nuestra historia no se vuelva a repetir nunca más.
Según Manuel Seifert Bonifaz:
El outsider es aquel líder que no ha tenido una carrera política previa y su éxito no está determinado por cargos públicos que haya ejercido previamente, sino que su éxito nace de una esfera que no es la política (puede ser académica, empresarial, militar, entre otros). Además, no posee ningún vínculo con los partidos políticos existentes ni busca tenerlo a la hora de participar en la esfera política. Por ello, prefiere formar un partido propio, cuyo armazón y estructura partidaria dependerá totalmente de la figura de este outsider.
Al no provenir de una esfera política previa, se presenta a sí mismo como una solución ante los problemas que acosan a la población (pobreza, delincuencia, inseguridad ciudadana, salud, etc.), producto del pobre desempeño que han tenido los partidos políticos.
En síntesis, la característica central del outsider es que se trata de un individuo ajeno al sistema político. Alguien que ingresa a la política sin antes haber participado en ella y sin pertenencia a un partido político. La definición más precisa acaso surja de la simple traducción del término inglés “outsider”, que significa “forastero”. Un outsider es, pues, un forastero de la política que, de pronto, aparece en el escenario político.
Sobre este concepto base se pueden establecer los matices de cada personaje. Algunos pueden tener mucha popularidad en las actividades que desarrollan: Belmont, en la radio y la televisión; las integrantes del seleccionado de vóleibol convertidas en congresistas, como Cecilia Tait, Gabriela Pérez del Solar, Cenaida Solis y Leyla Chihuán. Otros pueden ser relativamente conocidos en su medio ambiente, como César Acuña, Julio Guzmán. O pueden ser totalmente desconocidos para el gran público al momento de iniciar sus actividades proselitistas: Alberto Fujimori, Alejandro Toledo, Ollanta Humala. En este caso, para salir de su anonimato, necesitan de un golpe mediático que los ponga en la palestra. Así ocurrió con Fujimori y la famosa primera plana del diario Página Libre, que anunció en protagónico titular su incipiente 3% registrado en una encuesta; Toledo y el amplio y elogioso reportaje en horario estelar de América Televisión que le tributó el programa La revista dominical; Humala con la amplia cobertura mediática a raíz del levantamiento de Locumba.
Según Nicolás Lynch:
Los “independientes” surgen debido al fracaso de los partidos y en contraposición directa con ellos, buscando traer a la política experiencias y conocimientos ajenos a la misma que, supuestamente, podrían solucionar los problemas en los que nos habían metido los partidos.
El colapso de la clase política peruana, producto de su incompetente gestión pública unida a los escándalos de corrupción que fueron creciendo hasta llegar a niveles desmesurados, ocasiona el rechazo de la población generándose un vacío que permite el avance de los outsiders. Estos aprovechan ese espacio para presentarse como una opción capaz de darle contenido a ese vacío.
A ello se suma la debacle de los partidos políticos como instituciones a consecuencia del profundo debilitamiento que sufrieron en la década de los ochentas, cuando llevaron al naufragio económico al país, y los nulos resultados militares y políticos frente al terrorismo, con el añadido de enfrascarse en disputas internas.
Después, en la década de los noventas no supieron recomponerse y, en esas condiciones, ocurrió que el primer outsider que logró convertirse en presidente de la República, Alberto Fujimori, junto a su asesor Vladimiro Montesinos, terminaron de ocasionar la débil presencia de los Partidos políticos hasta restarles importancia. Se dio inicio a un avieso estilo de hacer política: el de crear organizaciones que simulaban ser partidos y que, en realidad, se iban fundando de acuerdo a cada coyuntura electoral y estaban centradas en la figura del líder outsider y su entorno.
En síntesis, los outsider existen allí donde no hay partidos políticos sólidos, y la crisis de estos se refleja en el descontento popular, que es aprovechado por aventureros sin propuesta de país, sin programas de gestión pública y sin aptitudes de gobierno, pero enfocados en obtener los beneficios del ejercicio del poder y la corrupción rapiñando los fondos públicos.